Rondan las dos de la tarde. Treinta y cinco grados en el exterior. Por una de las ventanas se fuga hacia el interior de la estancia un escueto rayo de Sol reclamando una atención que no le llega. Para contener la temperatura se ha creado un ambiente de penumbra que alivia, aunque no demasiado, un ventilador colgado del techo. Las aspas del citado aparato giran despacio de un tiempo a esta parte, como esforzándose por hipnotizar a quien se atreva a mirarlas. En el ambiente se respira una cierta tensión entre dos de los personajes presentes. Uno de unos ochenta quilos mal llevados, el otro de talla pequeña. La elevada humedad hace que el aire sea poco apto para respirar. No hay diálogos ni monólogos, sólo se oye el zumbido del motor de una vieja nevera. El sudor hace estragos en la ropa. Uno de los sujetos ha rozado con su mirada al otro hace un momento. El gesto ha sido breve, pero suficiente para dejar el juicio visto para sentencia. La primera parte de la operación ya casi ha concluido. Con las manos todavía impregnadas de jugos varios el sujeto principal se aproxima lentamente a su siguiente víctima que nada puede hacer sino dejarse llevar, demostrando una madurez a la altura de las circunstancias. Llegó la hora; tarde o temprano tenía que ocurrir. La víctima es sujetada con firmeza con la mano izquierda del agresor mientras que con la otra le parte el cuello sin remedio. Ya no hay vuelta atrás. Poco a poco, con gesto cansado pero contundente, el depredador le arranca la piel a tiras a su víctima desde la parte más alta de su cuerpecito hacia el sentido contrario. Repite el proceso varias veces hasta dejarle el cuerpo más desnudo de lo habitual. Hecho esto, procede a comérselo lentamente.

A veces es increíble lo desagradable que puede resultar ver a un pobre hombre comer tranquilamente un plátano.

 

– Eqhes DaBit –
– 09, agosto, 2013 –
– Sant Carles de la Ràpita (España) –