— Espejo. Espejito mágico. Dime tú, que todo lo sabes: en este grandioso reino, ¿cuál es de todos los seres que aquí habitan el más bello? —Preguntó el príncipe encantado por su propio reflejo.

— De entre todos los seres, de entre todos los reinos a los que alcanzo a mirar, es el suyo, mi joven príncipe, el reflejo que honra envidiar. —Con voz grave, le contestó presto el espejo, que jamás reflejó otra cosa sino al príncipe, su señor.

No eran más extensas las conversaciones entre el príncipe y el espejo, pero a ambos congratulaba lo que en ellas se decía. El príncipe daba por sentada la adulación por parte del espejo. Además, en caso de que este se quedase mudo no echaría en falta su discurso dado que el juicio de su propia mirada le bastaba para complacerse. El espejo, por su parte, disfrutaba convencido de que él mismo era la prodigiosa reproducción del príncipe, no sólo quien la hacía posible. Una copia, por otro lado, superior, si más no, intelectualmente. De ahí la condescendencia hacia su amo quien, a su criterio y según parecían demostrar los hechos, jamás entendería el juego de palabras que con tanto esmero repetía.

 

– Eqhes DaBit –
– 03, Enero, 2014 –
– Sant Carles de la Ràpita (España) –