Estas cosas pasan. Creedme, lo he visto. Aquél día circulaba tranquilamente con mi furgoneta de vuelta a casa a través del desierto después de una larga mañana de sesión fotográfica. Me extrañó ver a alguien corriendo por la vera de la carretera a aquellas horas y un coche parado unos metros más allá tras de él. Supuse que tal vez había tenido algún problema y pretendía ir en busca de ayuda a pie, pero entonces le vi salirse de la carretera, adentrarse en aquél plantel de cactus y… Bueno, creo que mejor os dejo las explicaciones que da el propio protagonista de esta historia en una autobiografía que ha publicado algún tiempo después de aquél suceso. Sinceramente, no quisiera tener la tentación de inventarme nada tratando de explicarlo con mis propias palabras. Él lo explica así:

Yo que sé; me levanté animado, con ganas de hacer algo diferente. Se supone que los domingos tienen esas cosas, te levantas y tienes que decidir hacer algo, porque la rutina suele estar de descanso. El día antes había visto una película de vaqueros, así que se me ocurrió visitar el desierto. No tenía nadie a mi cargo, podía permitirme improvisar. Así, me preparé un bocadillo, cogí una botella de agua, una gorra, el coche, y me desplacé al desierto más cercano. Cuando me pareció bien aparqué a un lado de la carretera y empecé a caminar. Los domingos solía hacer eso -ir a caminar-, aunque solía hacerlo cerca de mi casa, improvisando lo justo la ruta; un día por el parque, el otro entre calles… Nunca demasiado lejos de mi casa. El paisaje desértico es desolador, pero tiene un cierto atractivo; de hecho, siempre quise ir a pasear por el desierto, pero uno piensa que es una tontería y al final no se hace. El cielo estaba algo nublado cuando llegué y aún así me puse la gorra, por lo que supongo que ni siquiera podría excusar lo que hice con una insolación. Podría decir que fue el hambre o tal vez deshidratación, porque no recuerdo haberme comido el bocadillo o haberme bebido el agua que llevé, pero no te voy a engañar, lo que hice lo hice conscientemente, aunque queda muy lejos de mi comportamiento habitual. Iba pensando en mis cosas, nada preocupante en el fondo, cuando me vino a la cabeza «Eye of the tiger» de Survivor. A cada paso que daba, más definida la oía… Y me entraron ganas de correr, pero sin prisa, como entrenando. A lo Rocky, vaya; no se puede ser más tópico. Enseguida vi aquél espléndido terreno plantado de cactus justo donde aquella larga y recta carretera viraba a la izquierda. Se despejó el cielo lo justo para iluminar un cerro no muy elevado frente a mí y sobre el que se observaba el que probablemente era el más grande de todos los cactus al alcance de mi vista. Ese fue el momento clave. Mi corazón dio un vuelco. Tenía que abrazar con todas mis fuerzas aquél cactus en concreto. Sí, ya sé qué estás pensando. No, no me he liado. No me he equivocado de palabras, tampoco. Lo que quería era abrazarlo. Sí. Así, de repente. Sin más explicación. Y mucho menos con una explicación lógica. Como si fuese un antojo. Corrí más rápido y cumplí mi objetivo. Claro que sentía dolor mientras tropezaba con el resto de cactus y me rozaba piernas y brazos con sus púas. Y, sí, me hice daño las dos veces que caí al suelo tras tropezar primero con aquella piedra enorme que no conseguí saltar completamente y luego con la raíz de aquél estúpido árbol. ¿Pero qué iba a hacer? Lo sentí así. Tenía que correr y abrazar aquél tremendo cactus pasase lo que pasase. Qué vendría después ni me lo planteé ni me interesaba demasiado. Te sonará cursi y absurdo a partes iguales, pero es que me salió así del corazón. Parafraseando a un señor que conocí: me salió de tan adentro, que me hice la idea encima.

Lo recuerdo con claridad. Antes de que me explicase toda la historia con palabras similares a las que os he transcrito, justo después de ponerle a salvo y curarle todas las heridas, no pude evitar preguntarle: «Pero hombre, ¿cómo se le ocurrió semejante majadería?». A lo que él contestó con resignación: «En aquél preciso instante me pareció una idea GENIAL…».

 

A Ezequiel B., porque él me contó la versión simplificada de esta historia que explica en cierto modo el comportamiento humano en muchos momentos de la vida.
– Eqhes DaBit, versionando una historia anónima –
– 17, Febrero, 2014 –
– Sant Carles de la Ràpita (España) –