Nos miramos fijamente a los ojos. No es un ejercicio de coqueteo. Nos miramos con consentimiento. El reto es hacerlo ininterrumpidamente durante cuatro minutos. Un lugar tranquilo, sin observadores más allá de nosotros dos. Unas risas flojas al principio. Nerviosos pestañeos. Miradas suaves poco a poco. Llegó el momento serio. Un leve lagrimeo. Involuntariamente decir sin querer querer que el otro lo entienda -me repito a conciencia-. Una pausa en el pensamiento. Después de la tormenta siempre llega la calma. El tango de miradas cambia de ritmo. La anatomía toma protagonismo. Un par de globos oculares. Movimientos breves a derecha e izquierda. Unas pequeñas venas rojas salpicando blancas llanuras. Un mar de rayas de colores en el horizonte. Se expanden los iris. En el fondo oscuro, la niña solitaria se encuentra a si misma más cerca y desnuda de lo que esperaba. Ahora, el uno en el otro. Acabado el tiempo, una despedida sencilla al abrigo de grandes interrogantes sobre lo ocurrido.

– Eqhes DaBit –
– 8, Febrero, 2015 –
– Sant Carles de la Ràpita (España) –