Lunes. Arrastraba trabajo de la semana anterior. Habiendo operado apenas un par de horas ya sentía que la jornada había sido larga. Más larga y tediosa de lo habitual, pues los resultados no eran para nada los esperados. Se reproducían los errores como si alguien los alimentara con la oscura intención de convertir aquél quehacer banal y rutinario en una pesadilla recurrente. El nivel de estrés era notable. No era la primera vez que se encontraba en una situación similar. Con el tiempo incluso le había cogido cierto cariño a sus problemas. Hasta se había permitido buscarles un seudónimo afectuoso con el que hablar de ellos resultara menos traumático. El eufemismo que le pareció más acertado fue «enanos». Su trabajo se había convertido en un circo lleno de enanos pequeños y escurridizos que se reproducían como conejos. Matar un enano era como regar a un Gremlin. Con cada nacimiento, un suspiro profundo, desgarrador, desesperado y desalentador se apoderaba de él y del ambiente. Su compañera de oficina no alcanzaba a verle desde su posición, pero al parecer le escuchaba con atención. En un momento dado se atrevió a hacerle la siguiente confesión: «Tus suspiros hacen añicos mi corazón.». Le sorprendió el comentario. No supo qué responder. Pensó entonces para si mismo: «Menos mal que no ha oído cómo me suspira el corazón…».

– Eqhes DaBit –
– 24, Febrero, 2015 –
– Sant Carles de la Ràpita (España) –