Descubrió por televisión que mezclando una semilla con tierra y regándola con abundante agua podría obtener su propia planta. Le gustó la idea. Antes de ir al colegio buscó una bolsa de plástico y la guardó en su mochila. En el recreo la recuperó y con ella se acercó al árbol más grande del patio. Llenó la bolsa con tierra de alrededor del árbol mientras explicaba el proyecto a sus amiguitos. Con confianza argumentó que si en aquél rincón había crecido un árbol tan alto y robusto, seguro que aquella tierra serviría para que su planta creciese también generosamente. Acabadas las clases volvió corriendo a casa.

No encontró ningún tiesto libre, así que tuvo que inventarse uno. Se acercó a la cocina. Echó un vistazo rápido a su alrededor y acabó decantándose por el recipiente transparente donde guardaban la fruta, que quedó dispersada sobre la mesa donde comían. Se llevó el recipiente a su habitación, lo puso en el suelo y vació en él la bolsa con tierra en su interior. Luego sacó un puñado de alubias del bolsillo. Había pedido una semilla para sembrar en una frutería de camino a casa y el dependiente le regaló ese montón de legumbres. Escogió una cuidadosamente, la colocó en el centro del tiesto y la empujó unos centímetros hacia el fondo. Luego cubrió el agujero con un poco de tierra. Sólo faltaba el agua. Se levantó del suelo dando un brinco y se acercó corriendo de nuevo a la cocina. Llenó un vaso con agua. Tubo que darle un sorbo antes de volver a la habitación porque había llenado demasiado el recipiente y se le derramaba el líquido al andar. Justo entonces entró su padre en casa y se lo tropezó por el pasillo. El niño dijo «¡Hola papá!» deprisa y corriendo, sin dejar de vigilar con atención lo que llevaba en las manos,  y se encerró en su habitación. El padre quedó extrañado al ver a su hijo correr por el pasillo con el vaso con agua, pero no fue hasta ver todas la frutas esparcidas por encima de la mesa de la cocina que decidió ir a ver qué estaba tramando el pequeño.

Al entrar en la habitación se encontró al muchacho en el suelo con la cabeza apoyada en posición de escucha sobre el improvisado tiesto. «¿Qué haces?», le preguntó con curiosidad. «¡Shhh! Estoy escuchando a ver si le oigo moverse.», le respondió el joven. El padre continuó la entrevista intrigado: «¿Pero qué tienes ahí?». A lo que el niño contestó resuelto: «Una semillita. Dijiste que mi hermanita Abril había nacido porque pusiste una semillita en el vientre de mamá, así que ahora yo también seré papá. Ven, pon la mano, a ver si notamos que da pataditas.».

 

– Eqhes DaBit –
– 16, Septiembre, 2014 –
– Amposta (España) –